Un territorio emocional, exhibido como en casa

Por más esfuerzo que se realice en un texto, para entender esta muestra es necesario visitarla, recorrerla, demorarse en cada cédula, cada posible escaneo de un código que abre al conocimiento del visitante una serie de definiciones sobre cada participante de una gran colectiva. Dicho esto, sí es imprescindible enunciar algunos datos que dan fuerza a una colección que ocupa un piso de la Casa Nacional del Bicentenario de la calle Riobamba sumado a otro piso con el llamado Premio In Situ. Dos plantas que condensan 200 pinturas, esculturas, instalaciones, textiles, dibujos, cerámicas y fotografías de 120 artistas de Buenos Aires, Chaco, Chubut, Córdoba, Corrientes, Catamarca, Entre Ríos, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Misiones, Salta, Santa Fe y Tucumán.
Una casa. La Casa. Lo doméstico deviene territorios, es la primera exhibición en espacio público de las obras que integran la Colección Abel Guaglianone y Joaquín Rodríguez y que podrá visitarse hasta mediados de julio. Curada por Analía Solomonoff –quien dirigió el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez en Santa Fe– y cuya mirada fue ineludible para orientar la selección de una colección de arte argentino federal. Como se dijo en la apertura, se trata de la primera muestra de coleccionistas con tanta amplitud de territorios, visiones, materialidades y gestos personales que se pueden reunir en una exhibición.
Mariana Casas. “Se fueron al carajo”, Cerámica esmaltada, 2024.
Para remarcar ese traslado del espacio doméstico al público, se eligió usar el mismo color –un gris subido– de las paredes del domicilio de los coleccionistas, un espacio amplio pero pleno de obra colgada. Este interés comenzó hace 25 años, centrado en el arte abstracto moderno.
Los sucesivos viajes por todo el país, a raíz de la proliferación de nuevas ferias de arte, desde las que tienen más tradición como MAC (Córdoba), a ferias como ArteCo (Corrientes), FAS (Salta), MicroFeria de Arte (Rosario), a.362 (Chaco), o Plateada (La Plata), dieron lugar a unos intercambios donde ese deseo de coleccionar se fue corriendo a lo que Joaquín y Abel llaman “conexionismo”. Este neologismo permite decantar que cada una de estas piezas que hoy se encuentran en sala fue parte de un intercambio de ideas, conversaciones y modalidades nuevas de entender las vinculaciones posibles que existen en el arte.
Sandro Pereira. Abdominales, 2024. Acrílico sobre tela.
Por un lado, el artista y su universo poético mediado por quienes interactúan como vendedores y compradores del otro lado. Unir esos mundos, reconocer las posibilidades y vincularlos con una etapa de profesionalización del artista, viva donde viva, es un valor que esta casa poblada de arte, ahora a la vista del público, sea tan interesante.
El otro valor es que no se trata de un recorrido monótono, cada materialidad tiene alguna parte de esa raíz territorial donde fue pensada. Como acotaba la curadora en la presentación “no hubo un recorte curatorial que tuviera que ver con un pensamiento sensible”, se buscó que “todas esas voces estuvieran representadas para encontrar una narración que permita hallar una tierra firme con una mirada que propone tres momentos: abstracciones, naturalezas y cuerpos”.
Mónica Rojas. S/T. Óleo sobre tela, 2024.
Sin embargo, no induce a un recorrido geográfico, mejor liga la sensibilidad de diferentes personas que indagan sobre algunas relecturas de sus tradiciones, territorios, imágenes icónicas de su tierra y de la historia del arte occidental desde distintas idiosincrasias. Solomonoff dejó en el texto curatorial otra clave: “la muestra es una geografía emocional” ya que no sólo implican distintos espacios de residencia sino también muchos momentos de humor que es otra clave de Una casa. La Casa.
“Creo que esta muestra plantea, de alguna manera, volver a la contemplación, animarla. Que te llame la atención una obra, que te quedes, que preguntes quién es el artista, por qué esa obra”, reflexionaba Joaquín en la apertura.
César Bernardi. El año del gato...
Rodrigo Shiavoni, artista cordobés que usa tierra apelmazada sobre papel en Y “lleva vivos y lleva muertos”; Carlos Garnica, de La Plata coloca la palabra “Arte”, en una obra en lapicera sobre cartón; el tucumano Gustavo Nieto afirma en otra obra: “Renuncié a la necesidad de convencer al otro”; “Disolución de la contemplación”, sugiere un óleo sobre tela de Edgar Murillo, de Jujuy.
Romina Postigo de Salta usa el “Yo soy” en un lienzo con mucha densidad que además incluye una aclaración “como lo siente tu alma”; Mónica Rojas pinta una naturaleza exuberante, manifestando una idea de paraíso; Mariana Casas, de La Rioja, reinterpreta la cerámica armando un tótem con mucho colorido; Leonel Collazo, de Santa Fe, usa la cerámica bizcochada en “Monumento al Aguará Guazú”; en cambio, Gaspar Núñez de Tucumán, deforma el gesto de una cabeza en un yeso cromado obtenido de un molde flexible.
Leonel Collazo. “Monumento al Aguará Guazú”, Cerámica vizcochada, 2024.
Desde el respeto a una tradición del paisaje como en el bonaerense Daniel Fite a un posicionamiento festivo de una naturaleza signada por el río en César Bernardi con “El Noya”. De una interacción entre tradiciones en el correntino Alberto Ybarra donde un pseudo Poseidón abraza un yacaré a una referencia de la artista británica Tracey Emin que va desde “Todas las personas con que me he acostado”, en la obra del cordobés Manuel Molina a “Todas las ideas con las que me he acostado”.
Por una obra de la salteña Clara Johnston que lleva escrita la palabra In situ surgió el proyecto que viene desarrollándose desde 2022 que lleva el mismo nombre y es un premio para financiar proyectos artísticos de todo el país restando a CABA. En el tercer piso de la Casa se pueden ver, según lo aclaró Joaquín “41 ganadores de distintas ediciones del premio, incluyendo 27 artistas individuales, 14 proyectos colectivos y un proyecto curatorial”.
Daniel Fitte. S/T”. Acrílico sobre cartón, S/f.
Algunos videos explican los proyectos del colectivo Relatos Visuales de Misiones; o la galería Chorizo de Resistencia, Chaco, sumado al Proyecto Púrpura de Santa Fe. El Proyecto Calle, un colectivo que entrega cámaras fotográficas a personas sin hogar para que registren su entorno, y el Proyecto Espuma del rosarino Nicolás Biolatto, que recicla de aceite de cocina para producir jabones, utilizando moldes inspirados en fuentes y monumentos de la ciudad, han creado nuevas oportunidades hacia quienes va dirigido.
La Red de Galerías Bonaerenses y el Espacio Barraco, de Rosario, que también agitan el diálogo entre arte y comunidad promoviendo la inclusión y la reflexión. Eugenio Martínez, un artista wichí de Salta, trabaja con cerámicas que dan forma a sus ancestros; mientras Lisandro Maranzana pasó de vender obra en los semáforos a ingresar en una galería. Para muchos de estos colectivos e individuos el encuentro con estos dos “conexionistas” les significa una apertura a profesionalizarse y encontrar reconocimiento en el campo del arte.
- Una casa. La casa
- Lugar: CNB, Riobamba 985
- Horario: mie. a dom. de 15 a 20
- Fecha: hasta el 8 de junio
- Entrada: gratuita
Clarin