Jeosm: retrato del fotógrafo que ‘caza’ a los escritores (y que descubrió Pérez Reverte)
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Jeosm. ¿Quién es Jeosm? Su nombre y apellidos parecen fugados de una cárcel de alta seguridad. Tampoco los oculta, pero se llama Jeosm, sin más. Jeosm —42 años (Villaverde Bajo, barrio de Madrid) —, es sinónimo de fotografía en blanco y negro… y de retrato. Cuanto más cerca, mejor; sin teleobjetivos. Y representa la mirada de la revista literaria Zenda, fundada en abril de 2016 por Arturo Pérez-Reverte y quien considera al fotógrafo su ahijado o sobrino.
Pérez-Reverte conoció a Jeosm de casualidad. El escritor buscaba un grafitero para su novela
“Una de mis mayores satisfacciones es haberlo convencido de que la fotografía, que era su gran pasión, podría ser una profesión, no una afición. Y de haberle ayudado con Zenda a que se asentara en ese territorio, animarle para que se moviera por el mundo de la literatura y de la cultura, del que hasta ese momento era solo espectador marginal, observador o incluso un forajido con su contracultura”.
Señales eléctricas La virtud de Jeosm es clara: “Le cae bien a todo mundo”, suscribe Pérez-Reverte. “Con el tiempo ha ido creando un entorno de un montón de amigos y de gente que le aprecia, le respeta y le quiere”. Antonio Lucas escribió de él en
El Festival Eñe no solo se celebra en Madrid. Lleva ya ocho temporadas en Málaga. Este año ha recibido a escritoras como Noemí Sabugal (
El gran @JeosmPhoto y la queridísima @EspidoFreire, juntos en el @MuseoThyssen. Una combinación estupenda. https://t.co/62DFxrrN6J
— Arturo Pérez-Reverte (@perezreverte) October 3, 2025
Jeosm podría haberse tirado el pisto de que ha fotografiado en Moncloa a un presidente del Gobierno (Pedro Sánchez), de que la reina Letizia ha comprado un ejemplar de su libro en la Feria del Libro de Madrid, de que su ojo ha captado en una sesión personalizada la mirada de Cristiano Ronaldo o de que ha retratado a un Premio Nobel de Literatura (Mario Vargas Llosa).
“El barrio es comunidad, compañeros, amigos y familia. Me siento orgulloso del sitio del que vengo y donde me he criado. El barrio iguala, te da una serie de valores y te relacionas con gente de diversas culturas y lugares. Yo no tengo prejuicios. Me da igual fotografiar a un futbolista o a un Premio Nobel. Les trato igual”, afirma Jeosm.
El encuentro se denomina El barrio en vena. “No quiero dar una chapa, ni pavonearme con mis fotos; que pregunten, quiero saber qué les interesa”. Y sabe que, como decía Manuel Alcántara del articulismo, el primer mandamiento es “no aburrir ni a Dios sobre todas las cosas”. Por eso, arranca su charla, en Málaga y de poco menos de una hora, dejando que los chavales pregunten primero. La mayoría cursan cuarto de la ESO en el IES Guadalmedina. También hay un grupo de mayores del barrio que lucha contra los estereotipos.
Una docena de nacionalidades escuchan con ojos que estrenan vida a Jeosm, que mide 1,74, pesa 65 kilos y tiene astigmatismo y algo de presbicia. No se le empañan las gafas, ni las limpia, ni se las quita en ningún momento. Lleva puesta una gorra de béisbol New Balance echada hacia atrás, viste un chándal negro Adidas de rayas blancas y calza zapatillas deportivas oscuras. Lleva barba desde los 25 años. Está en forma. Antes practicaba deportes de contacto y ahora está más centrado en mantenimiento, entrenamiento funcional y algo de calistenia en los tres o cuatro días a la semana que va al gimnasio.
Mueve las manos con la energía de dos cafés solos muy cargados. Y antes de entrar en la sala, rectangular, con una luz acogedora y algo fría de temperatura que se nota en los pies, estaba concentrado en un cigarrillo de liar de la marca Pueblo. Lo está dejando: ahora fuma seis al día. Hace un año, el doble.
—Fátima, ¿te animas? —, pregunta la profesora Beatriz.
—¿Por qué haces las fotos en blanco y negro? —, cuestiona la alumna con voz de respeto.
“Si pienso en una foto me lleva al blanco y negro. Lo vinculo con la fotografía más clásica y humana. El blanco y negro insinúa más. Y te obliga a fijarte en el rostro de las personas”, le responde.
Si alguien ve una foto de Jeosm en color, como diría un periodista de Primera Plana de Billy Wilder, paren las rotativas. Es como si el trabajo de Alberto García-Alix o Sebastião Salgado de repente hubiera virado lejos del blanco y negro y la infinita gama de grises. “Si puedo, no. Fíjate en lo punki que es esto: lo clásico ahora es vanguardista. Lo raro es que haya alguien trabajando en comunicación o en periodismo sin utilizar el color, se ve como algo insólito. Se pierde mucho discurso fotográfico al servicio de lo estético”.
—¿Y no es verdad que la fotografía en blanco y negro disimula más los fallos que el color?
No, para Jeosm no es así. De hecho, remarca, es “más complicado” conseguir una buena foto en blanco y negro que otra en color. “En primer lugar, el color te posiciona en la actualidad, tienes un contexto. Toda la gente ve la tele en color. En cuanto satures o ajustes las luces o las sombras ya te queda algo pintón. Sin embargo, en blanco y negro hay algo más ahí. No hay color y la foto te tiene que llamar la atención por el contraste, el mensaje y la fuerza que tenga”.
Eso sí, si se va a un sitio y la luz es muy mala, una buena fotografía en blanco y negro puede funcionar “porque queda más bonito y romántico… pero ese no es mi negociado”, aclara. Su negociado son objetivos de 50 milímetros, la favorita de las lentes que utiliza (“es como nuestro ojo”). También emplea un 35 y un 16-20 (gran angular).
¿Y sus cámaras? La primera fue una Olympus Mju-II y luego la clasiquísima Nikon FM2 (ambas analógicas) casi siempre ‘tirando’ con un carrete de 24 fotos y 100 ASA. Claro, las imágenes le salían oscuras y aprendió que debería usar 400 ISO para sus fotos nocturnas de los grafitis. Más tarde se pasó a las Canon digitales. Llegó una Ricoh GR III, alguna Fuji y un par de Leicas. Ahora está engolosinado con una Hasselblad digital, “un salto cualitativo guapo”. Y sonríe. Se encuentra en vías de comprarse otra cámara. Se le ilumina el rostro.
Fotos que dan “miedo”Los niños y niñas atienden. No hablan entre ellos. Casi un milagro en esta época de la economía de la (des)atención. Están pendientes en sus gestos, el acento madrileño, chulesco y al mismo tiempo de colega, en qué les puede enseñar un tipo de 1982. Porque antes, con la profesora Beatriz, que es periodista de formación y trabajó en el diario Sur, habían dicho en voz baja, apenas un susurro, como si no quisieran molestar, que las fotos de Jeosm dan “miedo”. Y se habían dado cuenta de que el retratado no dejaba de mirar al fotógrafo. “Soy resultón: no me considero muy buen fotógrafo”, dice.
Sus sesiones son muy cortas. Duran segundos o como máximo unos minutos. Su método es saber cómo posa y le gusta posar el fotografiado, investigar quién, conocer su lado bueno, su lado menos bueno. Inspirarse en alguna lectura, hablar con la persona. Se la juega a diario. Y una primera foto, que puede ser la definitiva incluso, o una tentativa, la enseña Jeosm y sirve de base para afinar más en la siguiente toma y construir un relato. Hace unos días fotografió a Josep Borrell para la revista Ethic. Tiempo total con el retratado: tres minutos.
“Quiero que el personaje pose y mire. Para mí eso es fundamental porque concibo el retrato como una conversación. Necesito que la gente me esté mirando porque la foto la creamos juntos, no yo solo. Evidentemente tengo muchos retratos de gente que no mira a cámara y muchos robados, pero mi trabajo principal es generar esa conversación con la persona para que el espectador vea algo más de él. Es una manera de decir que si el retrato es honesto y sincero me tienes que mirar y no ocultar nada. Es muy cómodo eso de decir: no me mires a cámara y así me relajo”.
Al margen de sus trabajos fotográficos, Jeosm decidió que abriría una vía de formación para dar a conocer su trabajo a más gente. Tras unos talleres en la escuela de Leica con Karina Sainz Borgo y Doménico Chiappe, le llamaron del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid para trabajar junto a Espido Freire en una versión fotográfica de Santa Catalina de Alejandría de Caravaggio.
Comprobó que los museos están abiertos a la creatividad, que la pintura y la fotografía son artes vecinos, pero muchas veces sino divorciados sí están separados y que hay una vía de enlace. Queremos que hagas un taller de fotografía, le propusieron en el Museo del Prado ¿De fotografía o de retrato?, preguntó el artista. Pues igual de retratos podría estar bien. “Aquí, en el Prado, tenéis a Velázquez y Goya, tronco”. Jeosm en su versión más Jeosm.
Empezó buscando las conexiones con el Renacimiento. La composición, los puntos de fuga y la iluminación. Hay un viaje al Barroco y se termina con el retrato de La familia de Carlos IV. En el templo del arte español, le quedan dos sesiones para acabar un curso de fotografía de retratos donde enseña cómo un autor sin luz no es nada, un paria artístico. Se inspira, aparte de en los dos maestros clásicos españoles, en Caravaggio y en la iluminación de Sorolla.
Sus alumnos son profesionales que proceden de la fotografía, historiadores del arte, comisarios de exposiciones o aficionados a la pintura que quieren entender un punto más cómo funciona el manejo de la luz. Los pintores parten de un lienzo en blanco y los fotógrafos lo hacen de un lienzo en negro, pero al final todo es la luz, explica.
—Nos guste o no, los fotógrafos somos los herederos de los pintores retratistas. Qué mínimo que aprovechar, poder potenciar y divulgar lo que hemos aprendido de ellos.
Sacrificio. Dos jóvenes amateur, de 56 kilos, se encuentran en el ring. Es un combate MMA. Primer asalto. En tres minutos no pudo hacer ni una sola fotografía. Estaba muy cerca de la lona y la sangre salpicó su ordenador. "Si no hago muchas fotos, me lo voy a perder. Tengo que trabajar de otra manera", pensó. Lo dice a los chicos y chicas de La Palmilla, que miran esas fotos de luchadores del siglo XXI. Sacrificio (2016) se tituló esta obra.
Su primer libro es de 2010, de grafiteros. El que más le gusta es uno de su barrio que resistió en pandemia, con jóvenes que hacían la compra de los mayores. La gente haciendo una cola en el banco de alimentos, iban a un huerto y recolectaban verduras que repartían entre los vecinos. Su manera de entender el mundo.
—Venga, un consejo para quien quiera dedicarse a esto: haced y mirad muchas fotos. También tenéis que ver mucho cine, que es movimiento, encuadres y luz que luego podáis aplicar a la fotografía.
El doble superlativo cobra un sentido. Sigue Jeosm: id a exposiciones y ved redes sociales. Educar la vista. “Yo estoy dos horas con vosotros y acabareis sabiendo hacer fotos. Buscad algo que os motive especialmente”. Esa motivación por los grafitis se compaginó con amistades de verdad como la que mantiene con Héctor, su amigo de Valencia, que en el mundo del rap se le conoce como Fecko y que conoció al fotógrafo en Altura (Castellón), el pueblo de sus abuelos. Ambos tenían unos 10 años la primera vez que se vieron.
“A día de hoy nos ayudamos en todo lo posible como buenos hermanos que somos. Seguimos siendo esos niños que tienen una forma de vida que solo se entiende a través de la cultura hip hop, con sus leyes, sus normas, sus objetivos y su inofensivo ego. Seguimos coleccionando nuestras aventuras en viejas fotografías, en bocetos entre cientos de folios amarillentos en el fondo de viejas mochilas, en discos duros que recogen todo nuestro paso por esta bonita vida, de dibujo en dibujo, de pieza en pieza, de canción en canción”, relata Fecko.
Jeosm es quien rememora en La Palmilla a su amigo Moah, un joven marroquí que es uno de los actores protagonistas de El Cautivo, la última película de Alejandro Amenábar y que hace 20 años cuando Jeosm era educador social en Valdemoro Moah fue uno de aquellos chavales apasionados de la cultura hip hop que enseñaba el fotógrafo. Aquí su historia:
Jeosm es el sujeto que lleva en su muñeca izquierda un reloj Cauny Prima de cuerda “de los años 70 o antes” “Me gusta de cuerda porque es una manera absurda de creer que soy más o menos dueño de mi tiempo”. Parece un reloj antiguo heredado de algún familiar, pero no es así: lo compró de segunda o tercera mano en una relojería de la calle Carretas de Madrid que estaba en liquidación. “Me siento como si lo hubiese adoptado para darle sus últimos buenos años de vida”.
Jeosm es la persona a quien le hubiera gustado retratar la vida de sus abuelos en la posguerra.
—Entonces, ¿tú eres famoso? —, le pregunta un niño en primera fila.
Jeosm es quien insiste en la falta de prejuicios, mientras advierte: “Por aquí hay una mosca, colega”.
Jeosm también es el dueño de dos perros que le vuelven loco. Lola es una hembra se 12 años y Charlie es un macho de 10 años. Ambos son teckel de pelo fino.
Jeosm también es quien lleva un tatuaje de sus “movidas”. Sus perros, el título de algunos de mis libros, motivos de grafiti y fotografía y este es el último que se hizo con esta leyenda: “En mi hambre mando yo”.
Jeosm es quien sigue viviendo en su barrio y solo ha estado cuatro o cinco años sin la presencia diaria de Villaverde Bajo. Quien adora Nueva York y recuerda su primer viaje, por Europa, en Interrail.
Y Jeosm también es el fotógrafo que enseña a los adolescentes cómo hacer un buen selfie y que los retratos no salgan deformados: “Nunca hagáis las fotos de arriba hacia abajo porque la cabeza os sale grande. Si podéis, os agacháis para que todo salga más estilizado”.
—¿Qué le falta para conseguir esa gran imagen que persiguen todos los fotógrafos?
Responde Pérez-Reverte por teléfono: "Las personas de talento hacen un camino y van haciendo cosas. Jeosm aún es joven y le queda por delante mucha vida profesional y tiene muchos contactos por hacer, muchos reportajes e imágenes por cubrir. Él también va a evolucionar con los años, como todo el mundo, a medida que vaya madurando más todavía. Sé que en ese camino le esperan grandes logros, no sé si algún día hará una fotografía que le hará feliz a él, pero sí hará feliz a quienes lo queremos. Alguien con su carrera, con su edad y con su futuro puede deparar cualquier magnífica sorpresa. Y una cosa que es muy importante para eso es que se ha hecho un nombre de prestigio entre gente de nivel, entre gente prestigiosa. Está por derecho propio en la cultura propia española en estos momentos y hará en el futuro todavía muchas más sorpresas agradables".
“Hacer bien mi curro”
Y ahora llega momento de contar algo que quizá pocos sepan. Jeosm se llama José J. Clemente y su natalicio desmiente que sea de Villaverde Bajo, su patria: nació en Talavera de la Reina (Toledo). Lo escribió Jesús Fernández Úbeda (autor de
Jeosm: “Yo solo intento hacer bien mi curro”.
Pérez-Reverte: “Sí, ya es uno de los nuestros”.
El Confidencial


