La voluntad catalana de ser

Me alegra ver que Catalunya ha vuelto a contribuir activamente al crecimiento de España”, afirmó António Costa, presidente del Consejo Europeo, el martes en el Cercle d’Economia. Según el socialista portugués así lo demuestra el regreso de las sedes de las grandes compañías. En realidad, el traslado de sedes se dio para presionar y evitar que Catalunya se marchase. Y nunca lo hizo. Pero contra aquello que pretendía el procés , la década soberanista no sirvió para aumentar el poder catalán. Muy al contrario, evidenció la debilidad de su clase dirigente, política y económica, y el país y Barcelona quedaron en situación de subsidiariedad y regionalización respecto a Madrid.
Reunión de Salvador Illa con el president del Consejo Europeo, António Costa, en el Palau de la Generalitat
Llibert Teixidó / PropiasEsta cruda, y tantas veces negada, realidad es la que en este momento los distintos agentes tratan de remontar. Tarea nada fácil puesto que en un mundo cada vez más desordenado, resulta muy complicado encontrar coordenadas fiables a partir de las cuales orientarse. Sin embargo, pese a las dificultades, sí hay en Catalunya un terreno común sobre el que trabajar. En los últimos días dos episodios han dado muestra de ello.
En situaciones difíciles se evidencia para qué territorio se organizó el modelo autonómicoEl primero es la voluntad de la Generalitat de mantener el autogobierno y aprovechar sus herramientas competenciales para hacer frente al apagón eléctrico. Es, sobre todo, en crisis de calado cuando se demuestra quién tiene vocación de gobernarse y quién entiende la autonomía como un mero peldaño administrativo de poder o contrapoder, como las autonomías que pidieron la declaración de emergencia nacional. Es en situaciones difíciles de gestionar cuando se evidencia para qué territorio se organizó el modelo autonómico del que se beneficiaron las demás regiones.
El segundo episodio es la opa hostil del BBVA. La compra del Banc Sabadell, desaparecidas las cajas de ahorros que daban un perfil propio al país, ahondaría un poco más en la subsidiariedad antes mencionada. El rechazo catalán transversal, unánime, a la operación denota también una multiplicidad de preocupaciones vinculadas a ella, pero sobre todo el afán general de tener i mantener entidades catalanas. No es un mero movimiento empresarial, es algo más. No es suficiente con conquistar mentes, sino que hay que ganar corazones.
Esta semana vivimos expectantes el cónclave vaticano. La liturgia, los tempos, los ritos de la Iglesia que llegan de Roma no son sino la expresión de la voluntad de permanencia de una institución milenaria. Sin tantos resortes y menos pompa que el Vaticano, como escribió el historiador Jaume Vicens Vives, “la vida de los catalanes es un acto de afirmación continuada” porqué “en Catalunya el móvil primario es la voluntad de ser”. El afán de autogobierno y de mantener las entidades radicadas en el país demuestran que, políticas e intereses al margen, existe un campo común sobre el que construir y al que sumar a los recién llegados.
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