León XIV, el papa nacido en Estados Unidos con alma latina que conmueve al mundo

Humo blanco, nuevo papa, y la multitud estalló en júbilo desde la plaza de San Pedro, donde más de 50.000 fieles observaban atentamente la chimenea ubicada en la Capilla Sixtina, que dio la señal de que finalmente los 133 cardenales allí reunidos habían elegido al nuevo sumo pontífice de la Iglesia Católica.
León XIV: con ese nombre, el estadounidense Robert Prevost, de 69 años, aceptó la tarea de estar al frente de una de las instituciones religiosas más importantes del mundo, con 1.400 millones de fieles. La decisión fue rápida, como se preveía. En apenas cuatro votaciones, la tercera del día, los purpurados ya habían dado su veredicto, repitiendo con ello una tendencia que estuvo presente en los dos últimos cónclaves: Benedicto XVI fue electo en la cuarta votación, y Francisco en la quinta. Sin embargo, la fumata blanca, que empezó a salir antes de lo previsto, a las 6:07 p. m. de ayer, hora Roma (11:07 a. m. en Colombia), tomó por sorpresa a más de uno, y San Pedro, que estaba a la mitad de su capacidad, rápidamente se llenó de fervientes creyentes, que incluso ocuparon la Vía de la Conciliación (principal acceso a la plaza), esperando ver al nuevo papa.
Horas antes, el mundo ya había visto el resultado de las dos primeras votaciones del día, con una fumata negra que también se reveló antes de lo que se esperaba, a manera de presagio de lo que iba a pasar después, y revelando que las votaciones en la Capilla Sixtina avanzaban a buen ritmo.
Pero la revelación del rostro y nombre del nuevo papa se hizo esperar más de una hora, a las 7:23 p. m. (12:23 del mediodía en Colombia), cuando finalmente se hizo el tan esperado anuncio. Como lo dicta la tradición, fue el protodiácono, el cardenal Dominique Mamberti, salió por el balcón central de la basílica de San Pedro para pronunciar las tan anhelada frase en latín “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam!” (“¡Les anuncio una gran alegría: tenemos papa!”).
Una vez más, la multitud se levantó en cantos de alegría, mientras banderas de países de todo el mundo eran ondeadas y se escuchaban cantos en muchos idiomas exclamando: “¡Viva el Papa!”
Finalmente, el cardenal Robert Prevost, quien venía de ser prefecto del Dicasterio para los Obispos durante el papado de Francisco (alto cargo de la Iglesia encargado de ser el principal asesor del Papa en la designación de nuevos obispos), fue anunciado como León XIV.
En los últimos días su nombre había sonado con fuerza en los pasillos del Vaticano, aunque no se perfilaba como gran favorito (como sí ocurrió con los italianos Mateo Zuppi y Pietro Parolini, o el filipino Antonio Tagle).
Su perfil llamaba la atención por haber sido cercano a Francisco y, al igual que su antecesor, miembro de una comunidad religiosa tras haber sido Superior General de la Orden de San Agustín, a diferencia de Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes fueron diocesanos. Y aunque es el primer estadounidense en el cargo, su pasado como obispo de Chiclayo, en Perú, país del cual le fue otorgada la nacionalidad, ha hecho que sea identificado como un sacerdote “de corazón latino”.
Tras bambalinas, Prevost, antes de ser León XIV, debió cumplir con los debidos ritos: el decano del Colegio Cardenalicio le preguntó en latín “¿Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?” (¿Aceptas tu elección canónica como sumo pontífice?). Luego fue trasladado al Cuarto de las Lágrimas, una pequeña estancia donde, tras una breve oración, fue vestido con los símbolos que lo identifican como el heredero de San Pedro.
Y, a diferencia de su antecesor, el nuevo papa sí lució durante su presentación los ornamentos a los que en su momento Francisco renunció en señal de humildad, como una muceta roja con ribetes blancos sobre los hombros, así como una estola papal ricamente bordada en tonos dorados y marrones oscuros.
En españolUna vez en el balcón de la basílica de San Pedro, León XIV pronunció sus primeras palabras ante los miles de fieles en el Vaticano y los millones que lo veían desde todos los confines del mundo.
“La paz sea con todos ustedes” fue lo primero que pronunció. Paz y diálogo fue el centro de su primera intervención, en lo que dio las primera señales de lo que se espera con su pontificado.
“Queridos hermanos y hermanas. Este es el primer saludo del Cristo resucitado, el buen pastor que ha dado la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz llegue a sus corazones (...) y les alcance donde quiera que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra. La paz esté con todos ustedes”, mencionó, como es tradición, en italiano.
Y agregó: “Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada, desarmante, humilde y perseverante, que proviene de Dios... El mal no prevalecerá”.
Su discurso, marcado por palabras de agradecimiento hacia el papa Francisco y un llamado a “construir puentes con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz”, concordó con lo que días antes al cónclave se marcaba como un factor determinante en la elección del sumo pontífice: un sacerdote que diera continuidad al trabajo del argentino, pero capaz de rescatar la unidad en una Iglesia cada vez más dividida entre facciones que fueron ampliamente críticas con el anterior papado.
Y uno de los momentos más destacados fue cuando, de un momento a otro, cambió de idioma para hablar en español, recordando sus más de 40 años de misión en Perú: “Si me permiten también una palabra, un saludo en modo particular a mi querida diócesis de Chiclayo, en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe, y ha dado tanto, tanto, para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo”, expresó, mientras se le veía profundamente conmovido y, en ocasiones, con la voz entrecortada.
Finalizado su discurso, el nuevo papa, como su primer acto formal en el cargo, pronunció la bendición urbi et orbi, que confiere una indulgencia plenaria a los presentes y a quienes la escuchen por medios de comunicación.
MATEO CHACÓN ORDUZ | Subeditor Vida de Hoy
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